Nos levantamos. El apuro para desayunar. Se vuelca el vaso, lo limpio rápido. A nuestros hijos todavía les cuesta despertarse y en apariencia van en cámara lenta. La mochila ¿Cómo puede alguien olvidarse la mochila?. ¿Y el celular? Superado todo, salimos de casa.
Hasta hace unos días este esquema que nos acompañó de lunes a viernes y de marzo a diciembre con la excepción de las vacaciones de invierno. Desde el jardín de infantes nos formamos en hábitos. Adquirimos costumbres. Repetimos nuestras conductas.
El COVID–19 llegó a las sociedades del mundo con una celeridad en su propagación. La Organización Mundial de la Salud declaró a esta afección pandemia y en Argentina se dictó el Decreto de Necesidad y Urgencia 297/2020 estableciendo el aislamiento social, preventivo y obligatorio hasta el 7 de junio de 2020 para todas las personas que se encuentren en el país.
De repente nuestra rutina se rompió: los chicos no van al colegio y en muchos casos debemos trabajar en casa. Pasamos en un instante del mundo globalizado a una especie de vivencia de anacoreta urbana. No al colegio, pero tampoco a la plaza, al shopping, o a la casa de los abuelos.
¿Qué sucede con los chicos? ¿Muestran mayor ansiedad? ¿Comen todo el día? ¿Comen por aburrimiento? ¿No cuentan con recursos de descarga física, en los casos en los que la vivienda posee espacios reducidos? ¿Se aburren? ¿Están hiperactivos? ¿Están todo el día utilizando dispositivos electrónicos?
¿Qué hacemos con los chicos? Les propongo aquí disminuir nuestra ansiedad para descender la de ellos. La mejor herramienta frente a ello es el juego. Desde hace más de setenta años la Psicología ha postulado al juego y nos ha ilustrado acerca de sus beneficios.
¿Para qué sirve jugar? Lejos de una perdida del tan valioso recurso como es el tiempo, jugar es una inversión emocional a corto, mediano y largo plazo.
1. Para el crecimiento sano. Los aprendizajes adquiridos a través del juego se emplean a posteriori en el resto de las actividades de la vida. Como adultos. Borges señalo que todo esta destinado a olvidarse, salvo aquello que atesoramos a través de la memoria ya sea por el impacto negativo o por lo significativo positivamente, o por la utilidad y necesidad humana.
2. Para expresar las emociones. El atravesamiento de la situación de aislamiento social nos afecta a todos y más aun a un niño que carece por su nivel de maduración con la comprensión y alcances del fenómeno por ello el juego ofrece un momento propicio para la expresión de las emociones.
3. Para elaborar situaciones negativas y traumáticas. Ante un disponibilidad de 24/7 de sus padres el niño puede dar cuenta de situaciones no narradas anteriormente o incluso elaborar a través del juego las vivencia actuales. Ayer recibí un dibujo de una niña de siete años donde dragones soplaban virus a su casa y por eso no salía y tenia las ventanas cerradas.
4. Para la autorregulación emocional. Se considera a la autorregulación emocional como la capacidad de alterar la conducta frente a las exigencias de situaciones específicas. Aquellos niños a los cuales se les obstaculiza o imposibilita hacer aquello que desean, se manifiestan frustrados e irritados; en cambio, aquellos niños con un mayor control voluntario son capaces de subyugar el impulso de manifestar emociones negativas en situaciones inapropiadas. Los padres como redes atencionales contribuimos al desarrollo o no de la autorregulación emocional.
5. Para afianzar los vínculos entre las personas con quienes estoy jugando. La interacción es vital frente al desarrollo humano, condición sine qua non para el crecimiento y desarrollo del individuo. En el juego este intercambio posibilita afianzar y consolidar los vínculos.
6. Para divertirse y disminuir el aburrimiento. La risa, el humor y la alegría son pilares resilientes. El niño y todos nosotros lo necesitamos.
7. Para desarrollar autoconfianza. El aprendizaje, el logro adquirido, el proceso y los resultados contribuyen a la confianza en sí. La comunicación asertiva entre padres e hijos genera y aumenta los procesos de autoconfianza infantil.
8. Para que el niño reciba modelos saludables de reacción ante las dificultades y frustraciones. ¿Cómo resolvemos las dificultades? ¿Qué hacemos ante situaciones que nos generan frustración? El juego se constituye como un laboratorio. Un espacio único para el ensayo y error donde se pueden elaborar las situaciones que el niño siente que son mayores que los recursos con los que cuenta para resolverlas.
9. Para aumentar la concentración y el aprendizaje. La concentración y la atención se postulan como instancia de grado imprescindibles frente al proceso de aprender. Por el contrario la dispersión imposibilita la apropiación del contenido.
10. Para desarrollar al máximo sus potencialidades y capacidades. El juego como espacio emocional privilegiado permite la construcción en una sinergia sin igual. Todos los recursos son válidos a la hora del jugar. En todas las etapas evolutivas desde el juego con el bebe hasta el compartir un juego de consola digital con los más grandes.
¿A qué jugar?
De acuerdo con la edad del niño un abanico de juegos tomara su lugar de relevancia. Según la etapa evolutiva pueden considerarse:
Desde bebes hasta el año - Juegos de estimulación sensorial. ¡Todos los sentidos estan en juego! Cantarles, leerles, estimulación de los movimientos, hacer de la hora de la comida y el baño un momento de juego.
1 y 2 años - La palabra y el movimiento. Fomentar la expresión oral y la manipulación de los objetos. Juegos de apilar, aunque rápidamente todo termine en el piso otra vez.
3 y 4 años - Clasificación por colores y el dibujo. Proveerles de materiales para expresarse gráficamente, nombrar los colores, escribirles su nombre. Juegos para lograr la presencia del objeto en su ausencia, escondiendo un objeto en la habitación y que el niño lo buque. Buscar un juguete de un color y el niño tiene que buscar otros del mismo tono.
5 y 6 años - ¡A seguirlos a ellos! Tomar su propio interés como los personajes que conoce y armar historias sobre ello. Dibujarlos. Escribir historias sobre ellos. Crear poster pegando hojas entre sí. Incluirse a si mismos en la vida de esos personajes. Incluir operaciones matemáticas sencillas. ¡Dibujar y leer cuentan como juego!
7, 8 y 9 años - Comienza la autonomía. Puede participar en juegos reglados como los de mesa. Podemos utilizar los clásicos o inventar otros. ¿Y si les enseñamos un juego de cartas que jugábamos cuando eran chicos? ¿Y el Tuti fruti?
Desde los 10 años en adelante - Ahora si lo virtual. El atravesamiento tecnológico permite un acercamiento distinto. Pone una silla al lado de la suya. ¿Los videojuegos cuentan? ¿Valen? ¿Sirven?. Si. Los niños nos ven en el uso del celular y la computadora. Y para ellos la computadora también es conexión con su medio social de pares, recibir la tarea y hasta la biblioteca. Miremos con ellos un video de YouTube.
Jugar y juguetes no son sinónimos. Jugar es un una acción. El asilamiento no es sinónimo de quietud. Es estar muy activos con nuestros niños pero de un modo diferente.
¿Y la tarea? ¡Los deberes! Ese ratito de mucho estrés que nos ocupaba luego del trabajo, preparando la cena y charlando un poco con nuestra pareja, mientras que respondíamos un mensaje que había quedado pendiente ahora implica aulas virtuales, participar activamente ayudando con temas que aprendimos de modo totalmente diferente hace treinta años. Allí debe activarse lo que llamamos plasticidad familiar.
Aquí llegamos entonces debiendo adaptarnos a una situación diferente y nueva para todos nosotros. Sin duda un desafío. Pero sin abandonar el objetivo de construir para nuestros hijos un mundo mejor.
Analia Verónica Losada
Vicedecana de la facultad de Psicología y Ciencias Sociales UFLO Universidad
Psicopedagoga. Lic. en Psicología. Dra. en Psicología. Pos Doctora en Psicología. Especialista y Magíster en Metodología de la Investigación. Especialista en Psicología Clínica. Profesora titular de grado y posgrado. Autora de artículos científicos, capítulos de libros y libros.